Esta es una afirmación que muchas madres saben pero desestiman en los primeros meses de la maternidad; el lógico encanto de la etapa no invita a mirar más allá en el tiempo. Pero en cada pequeño acto, por ejemplo cuando el bebé estira su manita en el intento de tocar algo que se mueve delante de sus ojos, está activando procesos psicomotores claves que poco a poco le van “entrenando” en su forma de relacionarse con el mundo.
Los primeros signos de la inteligencia se manifiestan cuando el bebé comienza a interactuar con el medio que le rodea, es decir percibe y reacciona y precisamente en ese momento cobran enorme importancia los estímulos externos. Tú dirás que esto está muy lejos de la teoría que afirma que un bebé es capaz de heredar la inteligencia de los padres.
Los primeros signos de la inteligencia se manifiestan cuando el bebé comienza a interactuar con el medio que le rodea, es decir percibe y reacciona y precisamente en ese momento cobran enorme importancia los estímulos externos. Tú dirás que esto está muy lejos de la teoría que afirma que un bebé es capaz de heredar la inteligencia de los padres.
La realidad es que “la forma” en la mente de nuestro bebé que crece y se desarrolla, está condicionada (o modelada) por una gran cantidad de factores, entre los cuales la exposición a estímulos variados es muy importante. En suma (y aquí viene la conclusión) en la medida que el entorno de las ofertas de estimulación al bebé, sea rico y variado (sonidos, imágenes, texturas, aromas, contrastes luz y sombra, colores etc) es un hecho que él abrirá una gama mayor de opciones interactivas y sus respuestas se construirán sólidamente cada vez.
Pero un punto es importante y con él cierro el tema de hoy: cuidado con el sobreestimulo, variedad no es cantidad y mucho menos calidad. No hay que exponerlo a multitud de sonidos e imágenes, o a muchas personas hablando al mismo tiempo: su mundo no debe volverse un caos sino todo lo contrario.
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